
Por: Guso Macedo Pérez | @gusoescribe
Trabajaba en un museo de Cd. Juárez y una mañana de hambrienta resaca propuse que fuéramos por unos montados. Sin haberlo realmente pensado, asumía que este platillo era algo que compartíamos con todo el norte, como las trocas, la carne asada o tener parientes cheros. Pero esa mañana en Cd. Juárez nadie supo de qué hablaba y fuimos por unos de esos contundentes burritos Crisóstomo, cuando eran sólo un puesto cerca del Río Grande Mall. Mientras me aliviaba con uno de chicharrón, me sentí lejísimos de Chihuahua.
Alguna vez le expliqué a un chileno la diferencia entre los tacos y los burritos e igualmente me ha tocado explicarle a compatriotas mexicanos lo que es un montado. No ha faltado quien se instala en la necedad de que un montado es lo mismo que un burrito: generalmente son los mismos imbéciles que se exaltan con el debate ese de si las quesadillas llevan queso o no. Un montado es un burrito que renunció a la movilidad en aras del poder: se trata de una tortilla de harina grande a la que se le ponen frijoles machucados y una capa de asadero, y luego encima se les coloca un guiso. La tortilla no se enrolla, se dobla.
He comido montados en Delicias, en Guachochi y en Casas Grandes. No los encontré en Torreón ni en Monterrey. Pasé por Hermosillo y no se me ocurrió preguntar. Podría ser sólo mi percepción limitada, pero me atrevería a decir que el territorio del montado abarca el noroeste, el centro y el sur del estado de Chihuahua. Aunque ahora son tiempos globalizados y ya hay hasta kebabs cerca de mi casa.
Mis montados favoritos son los De Villa, en Río de Janeiro y Francisco Villa. Otros prefieren los de La Junta y está bien, pero los que eligen los de El Escuadrón están mal. Recuerdo que desde finales de los noventa mi padre se despertaba algunos domingos anunciando que nos iba a traer Montados De Villa. Estos son unos montados preparados con unas tortillas inmensas y sorprendentemente delgadas, en verdad que no puedo explicarme cómo es que son capaces de contener su pesado relleno. Frijoles refritos. Asadero. Y luego el distintivo de los De Villa: carne asada. Carne asada picada y chida, colocada generosamente con cucharones en cada porción. Los Montados de Villa se sirven por mitades: sería inviable levantar uno completo.

Cuando tengo visitas de otras ciudades me aseguro de que desayunen en los Montados de Villa. Los llevo al local de la Río de Janeiro para que además prueben otra delicia endémica de Chihuahua: el refresco de manzana Soto. Aunque para mi consumo cotidiano prefiero pedirlos para llevar y acompañarlos en casa con una cerveza.

La barra de verduras ofrece tomate, cilantro, repollo, cebolla, pepino, chiles toreados, limones y tres salsas. A los míos les pongo tomate, cebolla, salsa de la verde cremosa y mucha sal. La barra también tiene tenedores de plástico y siempre me llevo uno para levantar los trozos de carne que caen sobre el plato en cada mordida.
Los montados son de Chihuahua y los De Villa son sus mejores representantes, incluso ahora que están en vertiginosa expansión (espero que no les pase lo que le pasó a los de El Escuadrón). Tengo dos locales más cercanos que el de la Río de Janeiro, pero siempre voy a donde estaba el puesto original. Los fuereños no siempre comprenden de qué se trata un montado, como Ari Borovoy el de OV7, que fue a los Montados de Villa y les dijo “montaditos”. Esto es una bestia que no te cabe en la boca, un atado de carne asada que se come en el desayuno. Tenemos que respetarlo y enseñar a que se le respete.
Voto por los de La Junta.
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¿Un “chero” es un ranchero?
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