
Tzeitel Velo | @TzeitelVelo
“Si te cuentan algo importante mientras comes, siempre va a parecer que no te interesa”, algo así dijo Jesús mientras el grupo de recién ingresados a la licenciatura nos llenábamos sin reservas de comida china. Nos dio risa porque, efectivamente, todos volteamos los ojos y tratamos de asentir sin sacarnos de la boca lo que fuera que estábamos comiendo (la verdad nadie sabía muy bien qué era, pero aprovechábamos el buffet). Sin embargo, eso me hizo consciente de los momentos que se comparten mientras se comparte la mesa.
Intentamos hacer tradición lo de aprovechar el buffet de comida china pero no resultó, los horarios no coincidían y el poder adquisitivo, por muy conveniente que fuera la promoción, no nos permitía esa clase de rutinas. Tuvimos, sin embargo, otros hábitos que se volvieron tradiciones sin necesidad de mucho esfuerzo: caminar hacia el supermercado y comprar lo elemental para una panchicha que no dejaba de saber improvisada, comerla sentados, formando un círculo, en el pasto de la Facultad; ir por pizza, cerveza o vino y comerla en alguno de los autos, mientras hablábamos de las clases o de lo que no nos atrevíamos a decir en ellas, sólo un rato, antes de ir a casa.
No era difícil darse cuenta de que nos gustaba comer y beber, por eso había un joven extremadamente amable que pasaba con su hielera ofreciendo sándwiches, también carros de helados que pasaban frecuentemente y, mi favorito, el llamado Señor Camelado. “Buenas tardes, jóvenes, les ofrezco un camelado. ¿Saben qué es un camelado? Déjenme les platico que es un postre japonés hecho a base de café, con helado de vainilla, combina lo amargo del café y lo dulce del helado. Está muy rico”. Y sí, sí era delicioso. Y sí, es de las tradiciones más bonitas que pude tener en la universidad: en verano, camelado; en invierno, café o chocolate caliente.
Con toda esa azúcar en el cuerpo, se forjaron amistades con quienes hablábamos de cosas importantes, trascendentales, honestas, profundas, traumáticas y, con todo el amor que sólo una amistad sincera tiene, aliviábamos la situación con un “no mames, sí está bien bueno, pruébalo”. Porque la manera de mostrar interés y afecto nunca fue tener una expresión atenta y compungida, sino compartir momentos. Porque el cuerpo tiene más memoria que la mente y, quizás no recuerde los momentos exactos, pero recuerda a las personas con quienes los vivimos, y recuerda el sabor del camelado.
Encontré una receta sencilla de preparación, en caso de que a alguien le haya ganado el antojo o la nostalgia.
Ingredientes
- 3 tazas de agua.
- 1/2 taza de azúcar.
- 14 gramos de grenetina.
- 4 cucharadas de café́ instantáneo.
- 1/4 de taza de licor de café.
- 1/4 de taza de leche evaporada.
- 1/4 de taza de leche condensada.
- 4 bolas de helado de vainilla.
Preparación
- En una olla coloca el agua a fuego bajo, vierte el azúcar y la grenetina.
- Una vez que haya hervido y que la grenetina se haya disuelto añade el café. Mezcla perfectamente y retira del fuego.
- Vierte en cuatro vasos colando la mezcla y enfría hasta que cuaje.
- Mezcla el licor de café, la leche evaporada y la leche condensada.
- Sirve el helado sobre la gelatina y baña con la mezcla de licor de café.

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