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Feliz sotol nuevo

Por Guso Macedo Pérez | @gusoscribe

Dos cosas me pusieron contento en Año Nuevo: darme cuenta de que tenía muchos sotoles en casa y que todos quisieran probarlos.

Unos días antes del 31 de diciembre le creímos al pronóstico del clima y convocamos a una carne asada de Año Nuevo. Chemo llegó con una botella de Sotol Coyote, el de la etiqueta rosa, y lo desencadenó todo.

Foto descargada de Internet porque el Instagram de Sotol Coyote fue hackeado.

Nunca tomé tequila y cuando pasé los 30 comencé a hacerme aficionado al mezcal. Cada visita a la Ciudad de México me daba una breve oportunidad de quemarme la boca con los sabores a piedra, humo y hierbas. Algunos años después las botellas comenzaron a aparecer en los estantes de las licorerías de Chihuahua y en mi casa siempre había una: 400 conejos, Bruxho, Unión…

Luego llegó el sotol. Comenzamos a trabajar con Sotol Hacienda, la marca más grande y (creo) la única industrializada del destilado norteño. Había probado su Añejo y solía regalarlo como curiosidad local cuando recibía visitas, pero no me parecía muy diferente de los tequilas que tomaban mis tíos. Luego conocí el Hacienda Rústico y todo cambió. Mi conexión con su sabor era evidente. Me han dicho que sabe como mezcal, pero eso es sólo por el primer golpe. El sotol sabe a desierto y bosque, sabe a sudor y sábila. Así sabemos los norteños.

La botella de mezcal de mi alacena fue sustituida por una de sotol. Nada contra el mezcal, ¿eh?. Me encanta. Lo respeto. Lo amo.

La botella de Coyote circuló, cerrada, entre los invitados. La mayoría lo veían con esa mirada que le he visto a tantos cuando enfrentan un sotol, como viendo a un animal peligroso, de esos que causan curiosidad si están detrás de un cristal pero terror si no hay nada entre nosotros y ellos. Finalmente Andrés, aficionado a los destilados, pidió probarlo. Alguien más lo siguió. El tercero dijo que estaba muy seco. Le dije que hay sotoles diferentes. Saqué los otros y fue entonces que me di cuenta que tenía un Rústico de Hacienda, un Don Eduardo de Clande, un ensamble de Los Magos y un Rarámuri Premier. Probamos, brindamos, compartimos, reímos.

La tarde del 1 de enero limpié mi asador y recogí trece caballitos de las mesas del patio. Ojalá alguien que no hubiera  probado el sotol antes busque su primera botella este 2019, pensé. Salud.

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